Sigo a Roberto
Saviano. Ese escritor condenado a muerte por escribir sobre la mafia. Le sigo
también en las redes sociales. Por él me entero (¡qué escaso eco ha tenido en la prensa española!) de que la
policía ha capturado e intervenido una conversación del propietario de la
pizzería madrileña "Bella Napoli” Ciro Rovaino, poderoso hombre de la Camorra.
En esa
conversación el capo da cuenta del interés de Luis Bárcenas en montar,
junto a él, un restaurante en Eurovegas, y le atribuye las siguientes
palabras: “mafia e política sono la stessa cosa”. Mafia y política son la misma
cosa.
Hace unas
semanas terminé “Cero, cero, cero”, de Roberto Saviano. Una investigación
periodística acerca de la cocaína. De cómo rige, a su juicio, los destinos del
mundo. El libro convierte la realidad de unos hechos noticiables en un
apasionante y veraz relato.
Acostumbro a
subrayar los libros que leo, quizás porque tengo la titánica aspiración de no
olvidarlos y parece tarea más sencilla recordarlos sólo en parte, aquélla parte
que por alguna razón, despierta mi interés. Me doy cuenta, así, de cómo, muchas veces,
lo que me interesaba hace veinte años estaría ahora condenado a ser un renglón
raso. Pero esta lectura es muy reciente y no se me ha desactualizado todavía.
El respeto lo conquista quien puede daros algo, lo
pierde el que es inútil.
¿Acaso no sois respetados por quien quiere algo de vosotros? ¿Por quien os
tiene miedo? ¿Y cuando no podéis dar nada? ¿Cuando ya no tenéis nada? ¿Cuando
ya no servís? Se os considera basura. Cuando no podéis dar nada, no sois nada.
Saviano nos
cuenta el parlamento de un viejo capo italiano (un hombre de honor) reunido en
Nueva York delante de un consejo de chicanos, italianos, italoamericanos,
albaneses y excombatientes kaibiles, todos gente afiliada con distintos grados
a organizaciones criminales.
Si uno de vosotros se convierte en mi hermano y yo
lo elijo en la Organización como mi igual, el destino es indudable, intentará
joderme. Don´t think a friend will be forever a friend.
De este
discurso he subrayado casi todo. Las organizaciones se fosilizan. Terminan
siendo sólo reglas, procedimientos. Seguramente ese hombre de honor habría
nacido en algún pueblo del sur de Italia, seguramente fue pobre y tuvo que
trabajar con las manos. Ahora viste trajes milaneses y se ha injertado pelo. Sólo manda de verdad quien tiene reglas.
Esas reglas
transcienden a las personas. Transcienden el pasado. Transcienden la
conciencia. Las personas molestan. El
pasado molesta. La conciencia molesta como una mosca torpe.
Todo molesta cuando se anhela poder. Se equivocan quienes piensan que se quiere
dinero o estatus. Quieren poder. Dominar la voluntad de los otros.
Los periodistas empiezan con ganas de cambiar el
mundo y terminan con ganas de llegar a ser directores. Es más fácil
condicionarlos que corromperlos. La Onorata Societá sabe que todo hombre es
débil, vicioso, vanidoso.
La codicia
parasita la ideología. Sólo se aprecia el talento del que adula. La
Organización te defiende. Los otros son cada vez más pequeños y más miserables,
más dúctiles, más pusilánimes. Hay que acabar con ellos. Quien intente ponerse en contra de la organización no tiene esperanza
de vida.
Si quieres ganar hay maneras de hacerlo, si quieres
matar hay motivos y métodos, si quieres abrirte paso puedes, pero tienes que
ganarte el respeto, la confianza y
hacerte indispensable. Me suena esta
música. Un pobre infeliz se arrastra para
estar cómodo.
Un pobre
infeliz es capaz de todo por estar cómodo. Es un eslabón más de una cadena de
una maquinaria que se mueve en un plano distinto al de la gente corriente.Las chorradas dejémoselas a los idiotas.
¿Valdría este mismo relato para una organización política?¿Son así de cínicas y groseras? Que cada uno saque sus conclusiones. Yo les pediría, parafraseando al grupo británico Pulp, que, si a estas alturas son capaces, y aunque resulte idiota, vivieran como gente corriente. Así, quizás, no nos asaltaría la duda.
¿Valdría este mismo relato para una organización política?¿Son así de cínicas y groseras? Que cada uno saque sus conclusiones. Yo les pediría, parafraseando al grupo británico Pulp, que, si a estas alturas son capaces, y aunque resulte idiota, vivieran como gente corriente. Así, quizás, no nos asaltaría la duda.
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