sábado, 1 de febrero de 2014

DISCURSO DE INVESTIDURA PRESIDENTE DIPUTACIÓN ALBACETE.

Francisco Segovia Solana. 21 de Julio de 1999.


Excelentísimo señor Presidente del Gobierno de Castilla La Mancha, excelentísimas e ilustrísimas autoridades, queridos compañeros de corporación, medios de comunicación, amigas y amigos.
Hace veinte años se alzó por primera vez mi voz y mi palabra en esta casa. Lo hacía entonces como portavoz del grupo del grupo socialista también en la toma de posesión de la primera corporación provincial una vez aprobada la Constitución de 1978. No recuerdo, es obvio, la materialidad de aquel mensaje. No existía este edificio, sino el salón de plenos del palacio. Oidores indelebles sus muros vienen acatando prudentes y curiosos promesas y propósitos que juegan en sus rincones y escapan vehementes sus ondas por hilos invisibles hacia los pueblos pacientes y celosos de nuestra provincia.
Qué diría yo aquel día. Estaba de pie desde mi escaño. Mis palabras provincianas, jóvenes, nerviosas, se desplazaban indiscretas entre los asistentes. Estaba usted, señor presidente, otrora diputado a Cortes, también más joven y gracias a dios, ya no somos tan jóvenes.
Ahora dejamos que los jóvenes inventen su propia juventud. A nosotros nos la inventaron. A nuestro pesar, nos la inventaron. Quizá por ello, con todo, la vivimos cada día. Vivir, decía un poeta, cuyo nombre no recuerdo, que su fuerza está en las dos íes, agudas, bulliciosas, y en ese batir de alas, en el vuelo de esas dos uves, como dos aves magníficas. Vivimos ahora desde la modestia, el pudor de ser mayores, y el amor. Ojalá, amigas y amigos, aprendamos a utilizar y alentar esta palabra en la política, que parece proscrita del lenguaje que utilizamos. Y si del lenguaje eliminamos o evitamos la palabra amor eliminamos o evitamos un campo semántico que le da sentido a la vida y una parte importante de la vida es la política.
Pero estaba hablando de aquel discurso de hace veinte años y he derivado por necesidad en la juventud. Hoy la moderna sociología dice que la juventud es sólo una institución. Y será verdad, pues la juventud como cualquier otra institución, por antañera que sea, andando el tiempo la modernidad la llama a desaparecer. Queda el espíritu que, sin duda alguna, podemos contar a nuestros hijos.
Ya decía un gran pesimista clásico, Mateo Alemán, que la juventud no es la edad sino un estado de ánimo. ¡Cómo me gusta la actitud de los clásicos! Si en vez de pesimistas hubieran sido optimistas la vida hubiera sido quizás de otra manera, pero no hubiéramos gozado El Guzmán de Alfarache, no hubiéramos conocido al Buscón llamado don Pablos ni nuestra vista se hubiera extasiado con la puerta barroca de San Blas en Villarrobledo, o algunas otras en Chinchilla, Almansa, Hellín. Pesimistas y todo me gustan los clásicos, porque ellos nos llevaron a la Ilustración, que, al cabo, nos ha instalado en la vida que llevamos.
Ciertamente no recuerdo qué dije en aquel discurso primero, pero a la altura y sentido de éste no sé si quedarme con Voltaire o Rousseau y me gustaría decíroslo para saber por qué escalera subimos, aunque sin desprenderme de nada, el peldaño más firme es una mezcla de razón y voluntad que nos hace cotidianamente emisores y receptores de una moral que en el alma duerme y en las cosas sueña.
Estoy seguro de que en aquel discurso intenté ser ideológicamente puro, faltaría más. Quizá tuviera que demostrar algo, o a mí me pareciera, aunque en honor a la verdad siempre de mí han recelado los que a mi izquierda o a mi derecha se colocaban. Claro, que en una reunión de mi partido, cuando dije que no dejaba de ser un pragmático evolucionista alguno después me preguntó que qué era eso y algo le respondí como tal: debe ser una visión moderna de la moral cotidiana.
Una moral que informa mi vida política y personal. Al cabo no son diferentes. Y que me lleva a tratar al de arriba y al de abajo con el mismo afecto y bondad. Si quieren un tópico más o un topicazo, pienso que todo el mundo es bueno. Incluso aquéllos que demuestran todos los días que no lo son, dedicados siempre a culpar a los demás. Muestran su ignorante abismo como pobrecitos habladores, que tan bien definió Larra. Es la vena roussoniana, que no del todo es válida si no le aplicamos una dosis de razón.
Por ello asumimos y contendemos por el progreso de nuestros pueblos, siempre que vaya amparado por una iniciativa clara para rehumanizar ese propio progreso. Porque también éste, decía Oskar Lafontaine, sin ese atributo humanista no deja de ser una amenaza para los seres humanos inmersos en la sociedad del riesgo.
Y heredero que soy del humanismo clásico y de su cultura me siento proclive a rechazar el materialismo economicista que siempre, en la actual sociedad, agrede inmisericorde a los más débiles, que siguen siendo la mayoría.
Como pueden observar, no puedo dejar de moverme en una dimensión en la que reside en dura tensión lo racional, lo ético y lo estético. Me pregunto todos los días cómo llevar toda esa fusión a una sociedad como la nuestra, albaceteña, que se debate, aún, entre importantes  señales preindustriales y la revolución de la más alta tecnología. Se impone una clara actitud: no tener miedo al futuro y practicar la más profunda creencia en la igualdad y la solidaridad pensando que somos responsables políticos por la voluntad del pueblo, que elige sin equivocarse a quienes considera que mejor puede representarlos en cada momento y al final, ojalá así sea, a la hora de traducir los intereses que los ciudadanos han depositado en nosotros, pues de lo contrario nos echarán con la misma sabiduría con la que han procedido a colocarnos en el gobierno.
Responsabilidad política que desde este momento asumimos sea cual fuere, no hago juicio alguno, la situación administrativa de la Diputación. Eliminando por principio la judicialización de la política, pues bastante es, así lo supongo, el trabajo de los jueces, como para incrementar sus altas tareas con otras materias cuyo arbitraje corresponde, en términos generales, a intramuros de la Institución y que se salva, además de las leyes, con el diálogo y la razón, valores y soportes que han de presidir ineludiblemente desde ahora.
[Gracias a los diputados y las diputadas cesantes en la Diputación de Albacete], que aparecerán en su historia como mujeres y hombres que han ejercido sus funciones provinciales en momentos de gran esplendor para Castilla La Mancha y para Albacete y así constará en la memoria colectiva de esta provincia. A los ciudadanos y ciudadanas de Albacete porque han mostrado un gran nivel de madurez democrática el día 13 de Junio.
Ahora corresponde a esta Corporación demostrar con honestidad que sus diputados provinciales son leales representantes de unos pueblos que aspiran a ser ejemplares en un mundo que evoluciona con gran empeño social, económica, cultural, políticamente.
Por mi parte estaré como siempre a disposición de todos los ciudadanos, aunando las distintas sensibilidades corporativas, gobernando para toda la provincia sin excepción, coordinando con voluntad firme la acción del gobierno, y dejo bien claro desde este momento que la presidencia de la Diputación no restará ni un ápice a los objetivos que Villarrobledo quiere y demanda y en una y otra administración que dios me ayude para cumplir con honor las tareas que el pueblo me ha encomendado.
Yo pondré de mi parte todo el sacrificio que mi capacidad me confiere y sobre todo la experiencia y autoridad políticas para defender solidariamente a la provincia de Albacete.
No sé qué diría yo en aquél discurso primero. Ahora podré comprobarlo, pero estoy seguro de que en algo habrá cambiado.

Muchas gracias.

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