sábado, 31 de enero de 2015

DÍA DE VIENTO

Vinieron Ahmed y él a hacer Formación Profesional. El frente polisario colaboraba con la administración española para formar a algunos muchachos de su país secuestrado. Fue fácil integrarlos. En seguida se acostumbraron a ir con quienes llevávamos algún tiempo allí. Por los largos pasillo de la residencia oía estruendo de correr y sabía que en seguida me caería a la espalda el peso de Abba, subido a coscoletas. Tenía solo dos o tres años menos que yo. Pero era un niño. Ponía cara de pícaro cuando le gustaba alguna chica. Con su gesto reconocía que era guapa pero no sabía muy bien qué hacer con eso, que se ocupase otro. Era muy delgado y de mediana estatura. Siempre iba con pantalones que yo diría bombachos aunque quizás era sólo que habían cedido por el uso, y zapatos negros de punta. Hacía gracia por esa excentricidad al vestir que no corrigió durante los años que nos conocimos en la residencia universitaria. Sí evolucionó en otros gustos con el tiempo. Tengo fotos de algún cumpleaños mío en la Residencia. Año 93 o 94. Yo con una camiseta de Kill your Idols y él con una peluca y una cinta en el pelo y una raqueta como guitarra parodiando seguramente a Guns and Roses o ACDC. Ahmed hizo más su vida. Era independiente. Era más serio y desconfiado. Ya miraba a las chicas en nombre propio. Lo pasamos bien en la residencia. Los que llevávamos unos años allí sabíamos dónde encontrar los platos que habían sobrado de la cena. Y alguna caja de surtido de galletas. Muchas veces, por su cuenta, los cogía y nos visitaba para darnos el festín. Aunque fuera cerdo. Un día es un día. Su aspecto era claramente magrebí. Una noche salimos a dar una vuelta por Albacete. A pasarlo bien. Íbamos seis u ocho chicos y chicas. Cuando quisimos entrar en la discoteca el portero le dijo que no entraba. Le pedimos explicaciones y nos dijo que si queríamos que entrara “ese” que hiciéramos nuestra discoteca. Les salió caro. Movilizamos a una buena parte del campus de Albacete. A los medios de comunicación. A los sindicatos y asociaciones universitarias. Llenamos la calle Tinte en una sentada, y la discoteca tuvo que cerrar por un serio bajón de reputación. Abba lo pasó mal. Se mantuvo al margen de este asunto. Pero andaba triste porque igual que sabía que las chicas eran guapas y que otros gestionan eso de algún modo, no entendía la razón por la que él no pudo entrar en la discoteca. Tuvimos varias vistas en los juzgados con el dueño y el portero de Qum Laude. Aún hoy los veo por Albacete y no es muy agradable. En verano y épocas de cierre de la residencia se alojaban en un piso que el frente polisario tenía alquilado cerca de la plaza de Carretas, donde residía normalmente su representante, que se ocupaba de ellos en la distancia. Sus verdaderos padres éramos nosotros, sus compañeros. Allí los visité, a Ahmed y a él, alguna vez, en la feria de Albacete probablemente. Le gustaba el fútbol. Era del Barcelona, ahí no pude hacer nada. Era el más cerrado seguidor del Barcelona. Tenía gran facilidad para querer con absoluta lealtad e inmediatez. A los amigos, a la canción que le gustaba, a su equipo preferido, a los amigos de sus amigos. Unos años después, terminados los estudios, vino por Villarrobledo, estuvo en mi casa, conoció a mi familia. Luego estuvo nuevamente aquí porque B., que trabajaba para la asociación de amigos del pueblo saharaui lo acogió como un hijo en su casa durante varios veranos. Se mató hace unos años en una curva de Villatobas arrollado por un camión cuando venía de trabajar de albañil con unos compañeros. No sé por qué ahora se me ha ocurrido recordarlo de este modo, quizás porque es un día ventoso y hay cosas que no quiero que vuelen de mi memoria.