sábado, 26 de noviembre de 2011

ARROZ A BANDA

Cocino al barullo. Si me entero de que en un sitio hacen el arroz a banda con anillas de calamar y trozos de cazón le echo anillas de calamar y trozos de cazón, si me entero de que en el caldo cuecen el pescado con cebolla y zanahoria, pues cebolla y zanahoria, si le echan pimentón, pimentón, si azafrán, azafrán. Barroquismo gastronómico. Le hecho de tó, quizá por ese optimismo existencial que a veces me asalta albergo la esperanza de que cada producto me dé lo mejor, y que los mejillones abiertos en el fumet sean como las clóchinas con ajo y perejil del San Remo y al mismo tiempo las gambas del final sean como el ajillo de cigalitas del Félix. Si al final hay que tapar la paella con papel de periódico y mojarlo con unas gotas de agua, lo hago, no sé por qué, pero si así lo hizo mi primo Antonio Losa, el mejor arrocero que he conocido más acá del Júcar, lo hago.
Un buen arroz a banda ocupa toda la mañana. Te levantas temprano, vas al Mercadona y compras morralla y huesos de rape, gambas arroceras congeladas, mejillones y anillas de calamar. Necesitas arroz, pero tienes en casa, y necesitas una cabeza de merluza, pero también tienes en casa, mira en el congelador. Necesitas también pimiento rojo, uno nuevo, no ese que lleva meses languideciendo en la cesta del frigo.  Ajo, pimentón y  sal, que también tienes en casa.
Lo más pesado es, al margen de pelar las gambas, que es tarea titánica, cortar en trocitos pequeños e iguales el pimiento, el ajo y la anilla de calamar, que se sofríen con aceite generoso. En el último momento echamos una cucharadita de pimentón dulce y a continuación le metemos el arroz. ¿Cuánto? Siempre menos de lo que quieren tus comensales. El mejor arroz se desvirtúa si le das de comer a todos todo lo que quieren. Deben despertar del sueño antes de deshacer la cama. Y que no levante el arroz un centímetro del fondo de la paellera, si no estamos perdidos, mejor que te vayas con tus hijos a la piscina o a enseñarles a montar en bici. Sofríes bien el arroz. Esto es algo que antes no se hacía, es una modernez que da resultado, como el cuelga fácil o el vaso ancho para el gin tonic.
Cuando el arroz está bien embadurnado del aceite del sofrito añadimos el caldo, ojo, hirviendo. Dos veces y media la medida del arroz. Y que hierva todo vivamente durante cinco minutos, luego le bajamos, ajustamos de sal y le incorporamos las gambas descongeladas y peladas y los cheches de los mejillones y esperamos siete u ocho minutos. Tapamos con papel de periódico, hojas salmón de El País, por ejemplo, tratando de evitar que toque la comida, no sea que se nos pegue la tinta al arroz y nos tengamos que comer la cara de Solbes o la de Merkel.
Os cuento brevemente lo del caldo. Agua mineral, cebolla o puerro, zanahoria, cabeza de merluza, hueso de rape, morralla, las cáscaras de las gambas, todo al barullo y a hervir. Espumar y abrir dentro los mejillones con una rejilla o algo que permita sacarlos limpiamente. Que cueza un rato, pero vamos, no mucho, el pescado es generoso, te da el sabor al instante. Yo le pongo aquí la sal y el colorete.
Es la comida que mejor se ajusta al barullo porque después se le pone una buena peyá de ali oli y todo termina sabiendo a ali oli y tu esfuerzo por agradar a los comensales con sabores genuinos ha sido como el de aplacar a los mercados, absolutamente baldío. ¡Pero qué bonito es sentarse con amigos en torno a una mesa! Buen provecho.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

DIRECTO AL TRABAJO

Hay momentos en que este circunspecto burgués se desmelena. O al menos eso han debido pensar esta mañana los conductores que he adelantado camino de Albacete, que han tenido que resintonizar sus radios para comprobar si seguíamos en crisis o todo había acabado ya, al verme cómo les miraba con sonrisa furiosa.
Normalmente vas marchito al trabajo, son la 7 de la mañana, de noche por todo el mundo y te quedan ochenta kilómetros hasta la oficina. Pero hete aquí que esta mañana, al encender la radio del coche, sonaban Los Planetas y, bueno, la corbata ha dado un respingo. Nada importante. Pero después ha sonado Chucho y entonces los respingos venían por todos sitios, y el cenicero del coche que está ahí, tapadito y vacío desde que lo compré, ha empezado a mover la tapa. Sonido albaceteño, como dice el de R3. En fin, en Minaya el subidón era tremendo, y me ponen el Chup Chup de Australian Blond y las legañas se me han desintegrado y he empezado, literalmente, a cantar a los conductores que adelantaba. Y luego Xoel López e Iván Ferreiro, y sus confesiones de un artista de mierda, qué bonito, un artista mierda, así con la boca llena. Y llegando a La Gineta he reducido a 120 cuando pasaba por el radar fijo que hay en la recta, y le he hecho un corte de mangas al ritmo de Sunday Drivers, y llegando a Campollano me han puesto el club de fan de John Boy y mi cuello, en cadencia pendular, parecía dominado por una extraña incoherencia.
Pero la ciclotimia ha vuelto y ya he estado circunspecto toda la tarde y, la verdad, no sé muy bien qué me ha pasado.

sábado, 19 de noviembre de 2011

DIA DE REFLEXIÓN

Mañana son las elecciones, tengo claro a quién voy a votar. Siempre lo he tenido. La única duda que tengo es si debo poner en evidencia a la interventora que en las municipales se dedicó a husmear mi voto y el de otras personas que buscaron la intimidad de las cabinas de votación y vender la información así obtenida para que otros, con los mismos escrúpulos e igual fantasía, trapichearan  con ella.
El día de las elecciones la gente se viste para la ocasión y desfila durante toda la jornada camino de los colegios, arracimados por familias, que sólo en contadas –y sonadas- ocasiones votan distinto. Por lo general los colegios electorales coinciden con los docentes, y esta es la única vez que los abuelos visitan las aulas, y sus nietos les enseñan los dibujos que cuelgan de las paredes y corren por los pasillos orgullosos por sentirse más propietarios que ellos de ese recinto, donde pasan una buena parte de su infancia. Los padres reconocen de nuevo ese aroma que desprende la combustión de los lápices, las gomas de borrar y las plastilinas, y sienten un pellizco de nostalgia. Y sienten también que están haciendo algo importante y satisfactorio, porque no están en el Juzgado o en la Delegación de Hacienda, o haciendo un engorroso trámite en alguna oficina administrativa, sólo están votando, y hay guardias civiles, y seguramente hay algún concejal, o está el director del colegio, y hay un protocolo de actuación, y documentos de identidad que exhibir.
El día de las elecciones la gente de los partidos la vive con más tensión que el común civil, que regresa a su casa y se desviste, come o merienda y hace básicamente lo mismo de siempre hasta la noche, en que la tele le dice el resultado y se sienten vagamente tristes o alegres con el resultado y desean, en cualquier caso, lo mejor para el mandato que se avecina. La gente de los partidos ríe o llora al conocer el resultado, porque se levantaron hace ya mucho tiempo y con muchas expectativas cumplidas o frustradas y no han ido a su casa en todo el día ni han podido descansar un rato.
Qué pena que casi la mitad de los ciudadanos se abstenga y no participe de esta liturgia -tan joven en España-, ahora que estamos en un momento tan crítico y hay tantas cosas por decidir o hacer. Creo que los partidos deberían revisar qué han hecho para llegar a esta situación y darle la importancia capital que merece. Empezando por los que se hacen representar por quienes comercian con el secreto del voto.

sábado, 12 de noviembre de 2011

BELLE EPOQUE

"... rebelde, infiel y libertino por naturaleza y viviendo como un circunspecto burgués... ¡Oye! El bacalao más cojonudo que he probado en mi vida." FERNANDO FERNÁN GÓMEZ